viernes, 26 de diciembre de 2014

El día de la fiesta - #NaviBlogger

Feliz #NaviBlogger para todos ustedes, señoras y señores, niños y niñas, y también helados de piña... 
(recomiendo escuchar "El hada de azúcar" de Tchaikovsky del ballet "El cascanueces" para más espíritu navideño, así como leer el otro relato "¡Honrad todos al poderoso Kurf'n! que se puede encontrar en cualquiera de las etiquetas, pues los personajes son los mismos, y puede haber cierto nivel de spoiler.)

“Pongamos que hay lugares en los que pueden ocurrir cosas imposibles. Cosas que desafían toda lógica, que nos llevan más allá de la razón, y que se apartan de todo cuanto uno cree que es debido. Pongamos, pues, que hay un lugar en que la nieve puede tomar forma y consciencia, un lugar lejos de aquí, de Murenia, querido amigo mío, al que pocos han llegado, y muchos menos han vuelto, pues hay que recorrer cientos y miles o quizás millones de eso que los elfos llaman en su antigua lengua dilenna, “mil pasos”, hasta llegar a un lugar defendido por un frío tan atroz que tus entrañas se vuelven rico granizado, tal es la magia que guarda un lugar tan bello y precioso que es necesario preservar intacto de la mano del hombre.”
-¿Vas a empezar algún año de estos? -interrumpió Glairus Aper, mientras removía el guiso que había en un perol, iluminado por el fuego que daba luz a su pequeña cabaña en el bosque a la que se había retirado.
“Ya va, ya va. Como decía, es un lugar muy particular, donde el hielo y la nieve crecen y son cultivados como si fueran húmedos y resplandecientes árboles hechos de agua congelada. Allí vive una increíble raza de seres, gente de nieve viviente. Un lugar ideal, en el que nadie se ataca, ni se enfada, ¿y cómo podrían?, si no ambicionan nada más que tenerse unos a otros y vivir en paz, pero si pudiese darse el caso de riñas y disputas, hay una época en la que todo eso se perdona, y es ésta. Hoy celebran el día en que su dios de nieve, por supuesto, no es uno de los Benditos, vaya herejes, ¿eh?, no puedo evitar reír con la ironía, quizás deba marcharme yo también y evitaros estos problemas aquí en esta región.”
-Aunque te marchases, no íbamos a perder la fe en ti, así que no arreglarías nada salvo congelar tu etéreo culo. Pero eres libre de ir de visita si quieres.
“Eres consciente de que serías tú quien me llevase, verdad, ¿avatar mío?”
-Anda, sigue, o no terminarás nunca.
“Poco me falta, tranquilo. Pues bien, celebran que su dios de nieve llegó a este mundo para salvarles de todo mal que pudieran haber hecho. Por supuesto, hay muchas dudas sobre todo lo relativo a este ser, principalmente entre la gente más culta y los estudiosos, pero el mensaje que trae es tan positivo que lo valoran favorablemente, pues, ¿quién podría ser tan ruin de no querer bondad y prosperidad para los demás?”
-Tú dirás, eres el patrón de los que sufren, bien lo sabrás, pues suelen ser los causantes de que tengas que darles fuerzas a sus víctimas.
“Lo sé, lo sé, era para ver si captabas mis dobles sentidos.”
-Vives conmigo, estoy acostumbrado ya a ellos, no te quepa duda. Siempre hay que buscar y rebuscar en lo que dices, a veces se hace un poco cansado, que lo sepas.
“Terminemos el relato, ¿sí? Pues ocurrió que un día un pequeño ser de nieve se levantó por la noche a buscar el regalo que le esperaba bajo su hielo de “nombre de la fiesta de cuyo nombre no me acuerdo”, y se encontró ¡con el Dador de Dones! El otro ser mitológico que los niños veneran porque les deja regalos por la noche con ayuda de sus progenitores, quienes le informan de si han sido dignos o no. Cara a cara, el pequeño se dio cuenta de que estaba en un problema, pues el Dador estaba en su derecho a marcharse sin dejarle nada, pues tenía que estar descansando. Avispado, le dijo: “Señor Dador, no piense que estoy aquí por impaciente, sino por diligente, pues he pensado, que quizás esté cansado, y pueda necesitar algo que le alimente.” El otro le respondió: “Ya veo, pequeño copo, que contigo es con quien me topo, aunque no debiera, y no soy yo fiera, vuelve a dormir, que te arropo; pero antes debes responder a algo, pues de mi magia me valgo, y si regalos te he de dar, sobre la fiesta has de cantar, y yo en tal cosa sobresalgo.” El niño respondió: “Con usted yo cantaré si así debo, y quedarme sin regalos lo apruebo, si mis padres los tienen, con el cantar no se enajenen, les quiero de corazón y lo pruebo”. Los padres de la criatura se los encontraron a la mañana siguiente aún cantando las bondades de esa fiesta, habiendo reunido pequeñas familias de animalillos de nieve a su alrededor, atentos todos, incluso los recién llegados, al espectáculo, pues no habían presenciado nada mejor ni tan maravilloso en mucho tiempo.”
-¿No te parece que tu historia es un poco floja? No consigo ver qué me quieres hacer ver con ella.
“Que cuando ellos dicen que es el momento más maravilloso del año, si se hace de corazón, así puede ser de verdad, y así lo creo yo. Las canciones son algo mágico, capaz de crear muchas sensaciones y sentimientos en quienes las escuchan, y así también nuestros actos, que se oyen, ven, y sienten.”
-Pero el niño buscaba salvar sus regalos, no tanto un acto desinteresado...
“Shhh. Que me estropeas el cuento.”
-Ya, pero…
“Que no, calla. Aunque no sea del todo sentido, lo que importa es la unidad, pues el roce hace el cariño. O no, pero lo que importa es intentarlo, como estas buenas gentes que se llevan tan bien. Lo que se lleva en uno es lo mágico, por mucho que nos moleste lo que hagan los demás, como el Dador, que le perdona y le reta a compararse con él en lo que le hace tan grande, su regalo es volverse mejor.”
-Está bien, pero prepárate para que te siga tomando el pelo, por muy “poderoso” que seas, eso te pasa por no saber escoger bien tus historias. Ahora soy yo el que no puede evitar reír por la ironía… Feliz fiesta a ti también, así como a todos los que vivimos en este mundo y en cualquier otro, supongo; anda, brinda conmigo.


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lunes, 3 de noviembre de 2014

El aniversario

El brujo se sentó en su sillón favorito mientras en la taza que llevaba en sus manos reposaba una bebida caliente. Al lado de éste se encontraba una mesita atestada de libros, unos de hechizos, otros eran bestiarios, e incluso puede que hubiese alguno de bricolaje. Para libros, los que había en las estanterías que cubrían las paredes de esa biblioteca, ésa en la que tantos buenos ratos habían pasado. Aquella fecha siempre le traía a la mente tanto gratos como infelices recuerdos, de los breves tiempos en que había tenido una discípula, quien se había convertido en una gran amiga. Ahora era alguien de poder, con una ajetreada agenda, y su único contacto consistía en mensajes intercambiados aquí y allá, en la mañana, en la tarde, de noche... Ya no tan a menudo como antes, pero siempre con cariño por ambas partes. Incluso en las inevitables discusiones que las relaciones entre seres inteligentes sustentan, chispas que con sus roces iluminan los recovecos de la consciencia de quienes provocan los choques. Sobre todo en las discusiones.  Eran tiempos divertidos, pero no es como si el aburrimiento le invadiese, tampoco.

Sintió al recién llegado de su misión y lo saludó con un "Bienvenido, Maurice". Su compañía era adecuada para el momento, pues también había creado lazos con ella. Un antiguo amigo, su compañero de vivienda, en aquel mágico castillo-torre que tenía por hogar."Sí, hoy es el día, querido amigo". "No, Maurice, aún no le he mandado ningún mensaje.""Sí, también saludaré de tu parte, ya sé que os llevabais muy bien." "¿Qué tal las defensas, has limpiado bien? Me alegro, no habrá interferencias. Aunque sí, aquella interferencia al final resultó ser algo bueno, y que lo digas. ¿Quién nos lo iba a decir, eh? Que tendríamos más gente por aquí."

"Sí, ha llegado a ser poderosa, y eso que yo prácticamente no le he enseñado nada. Casi podría decir que he aprendido yo más de ella, pero no se lo digas nunca, no puedo dar esa impresión.""¿Que por qué? ¿Y tú qué crees? Sería raro.""No se lo voy a decir. Podría decir tanto... Que deseo que todo le vaya bien, por supuesto. Que siga cumpliendo más ya se da por sentado. ¿Cómo no iba a deseárselo? Para mí es una persona especial, aunque al principio fuese una extraña."" Ya, ya sé que no pretendías decir eso.""Ya sé que te alegraste al descubrir que había una persona tan afín a mí, y eso que después hemos encontrado a más. Hermosas y encantadoras criaturas, y en más de un sentido, ya lo sabes...""Una pareja perfecta, por el amor de Glork, pf. Deberías escucharte. No tuvimos en ningún momento esa intención. Es gracioso que los de fuera pensaseis así: de ser así todo el mundo debería haber realizado las ofrendas a Shuwra con tanta gente  afín que esta habría reventado en su cósmica existencia."

"No insistas, sé lo que puede haber parecido a tanta gente, pero no es así. Al menos no en lo que a mí respecta. Todo malinterpretado, pues era malinterpretable, y ahí estaba la gracia del asunto. Pero no hay ni había nada más. Un sano divertimento. Y así quedará, por siempre, si al menos decide prolongar su vida como le enseñé. Yo siempre estaré aquí, para lo que necesite, sea cual sea la magnitud y asunto, por extraño o personal que pueda ser, si lo necesita -al menos eso espero-, alguien de tantos talentos, aunque a veces sea problemática por su temple, siempre es un placer de tratar. Es algo más... indeterminado.

"Y es tanto lo que podría decir y resaltar: su valor, su fuerza, sus múltiples habilidades y talentos, incluso cosas que tiene y que no termina de creer que así es y que rebatirá hasta la extenuación, como su belleza tanto externa como interna; que no me salen las palabras, y quizás sea mejor que no lo diga, sino que lo proyecte.""Ya, ya sé que es hermoso. El día en que creé este tipo de magia estaba inspirado. ¿Quién me iba a decir que años después tendría alguien a quien transmitírselo?""Siempre me gustaron esa rosa y esos cristales que tanto contemplaba en las páginas de aquel libro de allí. La fractura de lo entero. Una gran metáfora y a la vez una realidad. Siempre tuvo buen gusto. En todo."

"Espera, ¿qué quieres decir? ¿Cómo que está escuchando tod...?  Hmpf, siempre me olvido de que tienes habilidades mágicas de las que no tengo por qué ser consciente. En fin. Buenas noches, querida, feliz aniversario..."  

Dedicado.

viernes, 31 de octubre de 2014

Haikuween

[Un mes después de la anterior entrada, y con el proyecto Neminis Terra terminado, pero pendientes de lo que Reivindicando Blogger nos traiga en futuros eventos traigo una pequeña entrada con motivo de la fiesta. Por un lado, un género con el que he jugueteado en alguna ocasión y que siempre ha atraído mi interés. Por otro, uno de mis grupos favoritos con una canción que nos viene muy bien para el momento (por supuesto, los derechos son de sus propietarios).]

Octubre se va, 
con fiestas propiajenas.
Waaaah! It's Halloween!!



miércoles, 24 de septiembre de 2014

¡Honrad todos al poderoso Kurf'n!

[Aparece contenido explícito]

Teneria había sido durante mucho tiempo un lugar pacífico, conocido por su prosperidad y envidiado por ese motivo por las naciones vecinas. Un reino amplio, cuya parte sur veía su fin en la costa de un mar tranquilo, ideal para el viaje y que procuraba grandes beneficios comerciales a los ciudadanos de Murenia, la capital, situada río arriba en uno de los ríos más caudalosos y anchos del continente. Este era navegable hasta bastante más allá de pasar la capital del reino, por lo que se podían transportar sin problemas mercancías río arriba para llevar las preciadas especias recibidas de lugares lejanos a las gentes del interior, y llevar río abajo las manufacturas de fabricación exquisita que realizaban las gentes del norte, famosos por sus tallas y esculturas. Una posición ideal, pues, hacía de la capital del reino un lugar rico y opulento en el que había habido grandes desigualdades, hasta que la bonanza establecida en la región contribuyó a que estas se fuesen mermando cada vez más.
Unos achacaban esta situación al piadoso gobierno del rey Finis III, a quien se consideraba un rey benévolo pero justo, y otros al favor de los dioses, quienes sin duda debían de estar enamorados de los habitantes del reino, y por eso les regalaban toda esa felicidad y prosperidad: había habido la suerte de que jamás se produjo una mala cosecha o una epidemia en muchos años, tantos, que los ancianos recordaban esos desastres como algo que había quedado atrás cuando dejaron la infancia. Un lugar idílico al que llegaban inmigrantes continuamente, fuesen gruesos comerciantes con la única intención en mente de seguir engordando en sus palacetes costeros, o familias pobres buscando un lugar mejor para sus hijos. Las gentes de Teneria, con la amabilidad que les caracterizaba, nunca perdían la sonrisa al acoger bajo su techo por el tiempo que fuese necesario a todo aquel que quisiera ganarse un sueldo ayudando en las tareas del campo, del mar o entre los artesanos, hasta que reuniesen el dinero suficiente como para poder comprar su nuevo hogar. A menos que alguien incumpliese la ley: en ese entonces, no habría ni agua para el infractor, pues era la opinión común que su buen nivel de vida se debía, en parte, al cumplimiento de un código legal estricto pero justo, herencia de tiempos pasados, cuyas condenas escalaban en dureza según aumentaba la gravedad del delito.
De la seguridad y de hacer cumplir la ley se encargaba la Guardia Urbana, una fuerza formada por hombres y mujeres que sentían tanto amor por sus ciudades que dedicaban su vida a mantenerlas libres de maleantes y al servicio de los ciudadanos, ayudándolos de ser necesario. En las zonas rurales los encargados de velar por el orden eran pequeñas patrullas pagadas por los alcaldes, los jefes de las pequeñas regiones en que se divide Teneria. Estos responden ante el rey en persona cuando les hace llamar a informar de cómo está afectando a los súbditos y ciudadanos de cada región la administración a su cargo, y si llegaban a él las quejas de muchos de los habitantes de una determinada zona no era raro que el rey o sus consejeros diesen la orden de investigar si las quejas tenían fundamento, y de ser así, la destitución de ese alcalde sería inmediata. Siempre hay algún perturbador en el paraíso que no busca más que su beneficio.
Esta protección a nivel local y un ejército bien formado y pertrechado —algo que la dinastía Lebila siempre consideró un pilar fundamental de su éxito en las campañas militares llevadas a cabo durante su reinado, en defensa generalmente, pues la expansión es costosa y no siempre agradecida—, mantenían a raya los deseos de las naciones vecinas de obtener territorio tenerino por el miedo a una humillante derrota a manos de un adversario que defiende su tierra con soldados y armamento de mejor calidad, y la posible deserción de tropas o incluso regiones al bando vencedor, que seguramente sería capaz de defenderlos adecuadamente, y no como los ineptos que les gobernaban, era el pensamiento que quitaba el sueño a los enemigos de Teneria cada vez que se les pasaba la idea por la cabeza. Sin embargo, ninguna nación está completamente inmunizada al subterfugio y la traición. Los reinos vecinos, buscando desestabilizar el poder de su enemigo, y así tener una oportunidad de realizar una invasión que terminase de modo satisfactorio, empezaron  a fomentar la secesión entre algunos nobles de las regiones del oeste.
Con palabras envenenadas vertidas en oídos dispuestos a beber ávidos de esa ponzoña lograron convencer a algunos nobles y alcaldes de iniciar una rebelión en cuanto estuviesen listos y pudiesen legitimar el porqué de la revuelta: las promesas de un reino propio independiente o de incluso gobernar desde Murenia volaban, el oro de las lejanas minas de Myrtall y las gemas de la isla de Phobys brillaban en los ojos ambiciosos de aquellos lo suficientemente poco escrupulosos para permanecer con la lealtad donde debía. Falsos aliados, fingiendo preocupación por los súbditos sin duda mutilados en su libertad por un rey corrupto y opresor cuya benevolencia no era más que una fachada para ocultar su depravación, esperando poder ayudar a aquellos que liberarían a sus compatriotas de semejante calamidad para los tenerinos, siempre con el bien común en mente, esperando, como hace el depredador con su presa, a que se encuentre lo suficientemente débil para asestarle el golpe final. No necesitaban tampoco esforzarse mucho en convencerlos: para el que desea escuchar lo que quiere, hasta el zumbar de una mosca es un . Nobles del oeste irían a la guerra pagando a alcaldes más interesados en disfrutar del oro y el lujo que en conservar la cabeza sobre su hombros, cegados por las promesas y las palabras vanas, para guiar a sus conciudadanos a una lucha sin sentido, sólo por el beneficio de otros disfrazado del propio. Marionetas incapaces de ver los hilos que mueven a los títeres que los manejan.
Un motivo de fricción entre las naciones siempre había sido la religión. A Teneria siempre se le había acusado de herejía por mantener una divinidad autóctona entre el panteón de los Benditos. Las naciones de los alrededores clamaban por la supresión de ese culto, mientras que la posición de los reyes tenerinos representaba la voz de su pueblo: cada uno rinde sacrificios y libaciones a la divinidad que considera su protectora, no a la que los demás lo hagan, y no iban a privar a sus súbditos de la protección del dios de sus ancestros. Esta polémica divinidad era una de las más queridas, y también temidas, por los habitantes del reino, pues era aquella asociada a algo que afecta a todos y cada uno de nosotros: el sufrimiento. Al poderoso Kurf’n se dirigían las plegarias de aquellos que buscaban alejar de sí la mala suerte y el dolor que trae consigo, el sufrimiento físico o psicológico que pueden provocar las situaciones que cada día vive uno. Por supuesto, con el paso del tiempo a esta divinidad le fueron otorgados también otros ámbitos y roles, y así pasó a ser una divinidad pluriempleada: patrón de guerreros, reduciendo el dolor que recibe su devoto y aumentando el que inflige al enemigo; quien trae a los niños al mundo con el dolor del parto; el señor de las cuitas amorosas, pues tanto en el amor como en el desamor, siempre hay preocupaciones, sea por los sentimientos del otro, por su bienestar, por los rivales...; el que trae la muerte, y así pone fin al dolor del enfermo y del malherido; y otras muchas funciones relacionadas con el padecer y sufrir, y cualquier elemento ligado a ello.
El hecho de que se considerase una divinidad más en el panteón a un ente patrón de algo tan negativo no podía permitirse, en la opinión de los reinos colindantes, y se tachaba de herejía o superstición primitiva, pues era intolerable que al lado de uno de los Benditos se sentase un dios que tuviera tan sucias las manos. Estas ideas fueron calando sobre todo entre la población del oeste del reino, lugar de importante paso de comerciantes y viajeros e interrelación con gentes de otros países y culturas. No fue de extrañar que cuando esos nobles y alcaldes a los que los reinos enemigos envalentonaban a sublevarse, asegurándoles que les apoyarían con refuerzos y recursos y todo lo que quisieran, se alzaron en armas, la razón que decía que les impulsaba era que había que evolucionar y dejar atrás aquello que los separaba de sus hermanos vecinos, es decir, el culto a Kurf’n. Entre sus filas había tanto gente convencida de esto, como indecisos, como aquellos que sólo se escudaban en esta excusa para sus verdaderos propósitos. El momento de su rebelión se produjo después del funeral del rey, el cual se hizo siguiendo los ritos de los Ocho Supremos, otro de los epítetos de las divinidades incluida la considerada herética y cuando parecía que la fuerza del gobierno podía estar más desequilibrada y por lo tanto reaccionar más tardía y torpemente. El momento de debilidad que tanto se había deseado. La inclusión del polémico culto en el rito funerario del rey de todos los tenerinos fue hecha parecer como un ultraje y puesta como excusa para la guerra. Y tras terminar de reunir la facción del oeste un ejército engrosado en sus filas por mercenarios extranjeros, comenzó a correr la sangre.

Ahora, treinta años más tarde, un nigromante busca hacerse con el trono de Murenia y someter no sólo este reino, sino todos los que se le pongan por delante. Se encuentra en una vasta llanura, iluminada por la mortecina luz del ocaso, en la que resuenan los ecos de una sangrienta batalla. Según camina, en su mente se dibujan escenas de muerte y dolor, las que se imagina que vivieron los contendientes, y no puede evitar esbozar una sonrisa. Su crueldad es producto de su ambición, una que tiene grandes planes y sueños, hambre de gloria y reconocimiento. De veneración. De terror. Mira a su alrededor: la hierba crecida oculta cualquier indicio de lo que allí ocurrió, un verde mar de calma que se mece al son del viento de poniente. De entre los árboles de un bosque no muy lejano llega el sonido de pájaros llamando a sus congéneres ante la inminencia de la noche, y por lo tanto, del peligro que suponen los depredadores nocturnos también. Un sencillo pero solemne monumento es la única muestra de la influencia de la mano humana que se puede apreciar en ese paisaje.
Esa noche, piensa, se hará historia, y los cronistas narrarán cómo fue ese ocaso el último de una era pasada, aquella que él mismo iba a cerrar. Comienza el ritual: dibuja en el suelo símbolos permitidos no para gente como él, lanza al aire los ingredientes del conjuro mientras recita las palabras malditas que no se consienten  a nadie, y de esa forma el hechizo de resurrección en masa comienza a tomar forma. Él no tenía forma de saber en qué lugar exacto se sitúan los cadáveres que quiere reanimar, pero no le importa. Sabe que responderán al llamado, pues así lo dicen los antiguos tomos que robó de la biblioteca oculta del colegio de magos en que aprendió. Sabe también que quedará agotado por ese hechizo, y que pasarán años antes de que pueda volver a realizarlo, así que no puede fallar pues no tendrá otra oportunidad, al menos no en mucho tiempo. El tiempo pasa, y comienzan a notarse los efectos del conjuro. Primero fue un murmullo, después sonidos parecidos a los de arañazos, y finalmente, manos gélidas emergiendo de la tierra como si fuesen una sórdida y cruel parodia de las bellas flores que crecen a su alrededor: los primeros zombis hacen su aparición. Su convocador sonríe de oreja a oreja mientras ve el espectáculo de resurgidos que se le ofrece. Son muchos, muchísimos, y todos a su servicio. Las palabras no cesan de salir en su oscura retahíla, ni tampoco se terminan los gestos, nada puede fallar, o la fuerza será menor que la necesaria. Los quiere a todos.
Horas después, el ritual ha terminado. El nigromante, exhausto, está sentado en una piedra, iluminado por el fuego de su campamento, mientras examina su ejército: cientos de no muertos se ordenan por bloques, formados para la batalla, siguiendo el recuerdo de lo que algún día hicieron, como macabros e incansables títeres listos para la acción. No puede creer la suerte que ha tenido al realizar un hechizo tan complejo correctamente, y, ufano, se dice a sí mismo de que debe ser por mediación del destino, que un complejísimo plan cósmico es quien guía sus pasos y su fortuna y le augura un éxito atroz. Esa noche será la primera que duerma completamente feliz desde hace mucho tiempo. La noche de su nueva era. Aquella que comenzará tan pronto inicie su marcha hacia Murenia: debe estar preparado, pues hay unos cuantos días de por medio entre él y su objetivo, y en cuanto cruce las primeras aldeas con su ejército las noticias correrán como la pólvora, llegando a la capital en cualquier momento. Pronto, todos temblarán ante la mención de su nombre.
Se dice que por fin será diferente. El deshonor que causó su padre a su familia al desertar en el momento cumbre de la guerra será olvidado cuando conquiste el reino. Demostrará que no es un cobarde que no sabe cuál es su lugar en el mundo. Estuvo escuchando los cuentos de su padre durante años, sus excusas, sobre cómo es que sobrevivió a la batalla cuando tantísimos otros no lo hicieron. Soltó un suspiro. “Seguro que en cuanto empezó el combate fue a esconderse entre esos árboles de allí y no se hizo el muerto mientras sus compañeros caían de la milagrosa forma que cantaban las canciones y como él corroboraba”, pensó. No podría sentir más orgullo de sí mismo al contemplar su magnífica obra, esperando frente a él sus próximas órdenes. Restauraría el valor de su apellido en su pueblo natal cuando se supiera que el hijo del que huyó de la guerra era quien les gobernaba ahora, y no otro. Todas aquellas voces que lo habían tratado con desprecio durante su infancia, y que tanto se rieron cuando se marchó a aprender magia a un lugar tan remoto, se quedarán trabadas en sus gargantas cuando vuelva victorioso al pueblo que lo vio nacer y lo borre de la faz de la tierra si no le suplican clemencia. “Lo más difícil ya ha pasado -se dice mientras se duerme-, ahora sólo queda recoger los frutos”.

En una posada, en un pueblo no muy lejos de Murenia, los parroquianos beben tranquilos mientras la bardo local canta una alegre historia sobre un legendario aventurero. En las mesas, hombres, mujeres y niños comparten la cena mientras en uno de los lados un chispeante fuego procura que la temperatura en la estancia sea la adecuada para ser agradable. El joven camarero, objeto de inspiración y novio de la recitante, lleva a esta una jarra de cerveza fría cuando termina su canción entre los aplausos y los gritos de entusiasmo de los niños, que juegan a imitar los sucesos que narra el cuento, una vez se sienta en la mesa con los demás aldeanos para disfrutar de la cena tras dejar su laúd a un lado. Acto seguido, se dirige a tomar nota del pedido de un misterioso encapuchado, sentado en una de las mesas pequeñas al fondo del local. Al quitarse el manto de viaje, el chico lo reconoce como un hombre que se acerca de vez en cuando a ese pueblo a vender algo de carne que caza o a que le repare algo el herrero local. Se pregunta cuál será su historia, por qué no se instalará en el pueblo: todos podrían ayudarle a construir una casa para vivir en ella, aunque como aparece cada varios meses quizá sea porque no viviría en ella. ¿Será solamente un cazador? ¿O esconderá algún oscuro pasado?
Con todas estas preguntas en la cabeza y fantaseando con la posibilidad de que se lo fuese a llevar como su príncipe un misterioso hombre empleado por algún rey de algún reino lejano, que cada varios meses se acerca a una población para obtener algo de dinero con el que subsistir, mientras se asegura de que el hijo perdido de su rey está a salvo, el joven siguió llevando los platos de comida a las mesas según se requería, mientras avanzaba la noche. No es que no quisiera a su “pichurrina”, se decía, pero una vida de aventuras pasando de huérfano a príncipe es una vida de aventuras pasando de huérfano a príncipe, una vida como la de las canciones, una pequeña esperanza de no tener un aburrido y trabajoso futuro como el que es su presente. Cuando ya se habían marchado varias personas, a los restantes que quedaban aún en la posada de sobremesa les sobresaltó la entrada de uno de los vecinos, visiblemente exaltado, que traía un aviso:
— ¡No-muertos! ¡Se acerca un ejército de no-muertos desde el oeste! ¡Desde la capital nos mandan soldados para evacuar! ¡Ya han arrasado dos aldeas en su camino hacia aquí! ¡Debemos marcharnos!
Los presentes se quedaron lívidos, sobre todo los pocos ancianos que se habían quedado, unos por contar sus batallitas o jugar a las cartas, y otros que no habían podido evitar rendirse al sueño tras la cena. El fuego de las lámparas que les alumbraban titiló por un momento por una ráfaga de aire que entró por la muerte, lo que magnificó el semblante de terror de los susodichos. “No otra vez; lo que había ocurrido años atrás no debía repetirse.”, pensaban. Los presentes se levantaron de un salto al oír las noticias, y empezaron a marcharse a sus casas con la prisa del que teme por su vida. El camarero se giró en busca de su misterioso protector en potencia. Sobre la mesa en la que había servido descansaban las monedas necesarias para pagar su cena y su bebida. Ni rastro del manto gris.

Nada más oír la noticia, supo que tenía que ponerse en marcha. Debía saber algo más acerca de ese ataque, algo en su interior le prometía un mal presentimiento sobre todo aquello, y debía averiguar si sus temores tenían fundamento. Se escabulló de la taberna tras dejar su pago en la mesa en dirección al campamento de los soldados: en caso de evacuación, siempre se enviaba un pequeño destacamento, para el que se montaba una tienda de mando, desde donde se coordinaba toda la intervención. Allí encontraría lo que buscaba.
Tras andar un poco llegó al lugar que buscaba, una gran tienda de campaña con los colores de la bandera tenerina. Sigilosamente se acercó a la parte trasera y con un pequeño cuchillo rasgó levemente la tela, lo suficiente como para poder ver y escuchar lo que necesitase. Hasta él llegó la voz y la imagen de un hombre, el capitán o el comandante, probablemente, dando las órdenes a sus subordinados de mayor rango e informándolos con lo poco que se sabía.
—Debemos sacar a los habitantes de esta aldea lo más rápido posible, antes de que esos monstruos lleguen, no pueden morir más personas, o su ejército crecerá. Por lo poco que hemos podido saber de los supervivientes a los ataques, se trata de una gran hueste comandada por un nigromante, quien se muestra el primero y, divertido, insta a correr mientras puedan a sus víctimas. Obviamente, se trata de una muestra de poder, e intenta intimidarnos. Creemos que cuenta con todos los caídos en la batalla de Yaghi tanto los que eran de nuestro bando como los enemigos, por los restos de armaduras que quedan y que los aldeanos que pudieron escapar han podido identificar. En la capital ya están tomando medidas y preparando lo más rápido que pueden a las tropas. Nuestra misión es escoltar a esta gente y llevarlos a la seguridad de la ciudad. Cuento con todos ustedes para que la evacuación sea lo más rápida y efectiva posible. ¿Alguna pregunta?
Los interpelados se miraron entre sí, confusos y a la vez decididos. No entendían muy bien lo que estaba pasando, pero no iban a dejar que ello les ralentizase. No habían oído hablar de no-muertos más que en las leyendas y cuentos, y en los relatos sobre los practicantes de magias oscuras de tierras lejanas, ¿pero alguien tratando con esas fuerzas allí? No era para nada algo usual. Sin embargo, sus superiores tenían todo controlado, y si hablaban de zombis, era que se trataba de muertos vivientes sin duda.
—Comandante, ¿a cuánto se encuentra el enemigo? -preguntó uno.
—Calculamos que a unas horas de aquí, pasarán por delante de esta aldea al amanecer seguramente. Llegará el destacamento de exploradores en un par de horas, ellos recabarán toda la información que puedan mientras su equipo de apoyo llega, por si hiciera falta enfrentar al enemigo por haberse adelantado a nuestras estimaciones y comprarle tiempo al cuerpo principal. Espero que no haya que llegar a eso.
El hombre se deshizo del manto gris que llevaba sobre los hombros, pues le dificultaría en la tarea que se presentaba ante él. Debía llegar a su cabaña en el bosque cuanto antes, y no necesitaba cosas que le supusiesen un impedimento. Mientras corría entre la maleza, la ira y el pesar se hacían dueños de su cuerpo lentamente, según los recuerdos de toda una vida desfilaban por su mente.
Treinta años atrás, se le había conocido con el titulo de Comandante Glairus Aper, un destacado militar que había entrado en el reino cuando contaba diez inviernos junto con otros inmigrantes, acompañado de sus padres, que querían lo mejor para su hijo y su bebé y buscaban una tierra de paz. En cuanto fue mayor de edad, quiso proteger a sus convecinos y se alistó en la guardia local. Allí, destacó en el uso de cualquier arma a la vez que demostraba buenas dotes para la estrategia. Cuando consiguió defender su pequeña aldea del asalto de unos bandidos que habían entrado en el reino cruzando las fronteras montañosas, no tan bien defendidas como deberían estar, con un puñado de hombres frente a un número muy superior, su nombre llegó a oídos del rey, quien le ofreció un puesto entre los mandos del ejército. A base de victorias en escaramuzas con bandidos y ejércitos enemigos, así como la mejora, gracias a su entrenamiento, de los soldados de su unidad tanto en estrategia y modo de combate como en sus equipos, llegó al rango de Comandante, a un paso de convertirse en General. Contando su cuadragésimo cumpleaños, se produjo el incidente que cambiaría su vida: unos nobles del oeste, indignados porque se rindiese culto a Kurf’n en el funeral del rey, se sublevaron y marchaban hacia la capital, arrasando con todo a su paso.
Él, como extranjero que era, había encontrado extraño al principio el culto a esa deidad, pero a medida que fue creciendo se convirtió en un creyente más, principalmente porque su carrera, como la de cualquier otro soldado, se había desarrollado íntimamente relacionada con el ámbito de dicha divinidad. Le producía gran dolor tener que enfrentarse a sus compatriotas, los que le habían acogido con tan buen corazón, pero si las órdenes le eran dadas, habría que obedecer. Conocía de sobra los impulsos egoístas de esa casta, pues sus padres habían sufrido las consecuencias de vivir en una república corrupta por los sobornos y la ambición de los más poderosos, en la que las gentes humildes malvivían como podían para poder sobrevivir. Fue el nacimiento de su segundo hijo lo que les llevó a buscar un lugar mejor para poder crecer, aunque eso supusiese convertirse en súbditos de una corona de un país lejano. En cuanto a esta sublevación, no veía más que ambición disfrazada en ese casus belli, pues nunca antes había supuesto un problema tan grave y se habían visto junto a los ejércitos que marchaban hacia la capital compañías mercenarias formadas por gentes de otras naciones, así que seguramente los enemigos del reino estuviesen detrás de todo el asunto, dedujo, pues reconocía los blasones y símbolos de los que hablaban los exploradores. Y no era esa la única noticia que traían.
Se le encargó a él escoltar con su unidad a una partida de exploradores y proteger a un grupo de soldados que se estaban encargando de construir un pequeño campamento provisional a modo de puesto de vigía multifunción en una llanura pasadas unas cuantas aldeas: tanto serviría para mandar mensajes como para mantener una guarnición que defendiese esa zona de ser necesario como apoyo a la guardia de esas poblaciones o para realizar cualquier otra tarea. A los pocos días de llegar allí, sus soldados seguían animados, realizando bromas sobre cómo mandarían a aquellos nobles de vuelta a sus casas a llorar a sus madres o lo rápido que sería aquello en cuanto el poderoso Kurf’n les hiciese probar el sabor de su filo en sus pieles. El comandante no tenía tantas ganas de luchar, y solía amonestar a sus subordinados diciéndoles que no se dejasen llevar por su furor e infravalorar a su enemigo, pero no podía hacer nada contra el ímpetu de aquellos que estaban en la primavera de la juventud, y le recordaban a él mismo recién alistado: sabía que al final, trabajarían tan bien como lo habían hecho, pues su unidad había acabado siendo uno de los equipos de élite, a quien confiaban trabajos importantes. El nuevo rey confiaba en él para esa tarea, y él estaba más que honrado de cumplir sus órdenes: había crecido para convertirse en una figura mejor que su padre, cercana con las necesidades del pueblo, de gran intelecto y humor y con una mente abierta a nuevas ideas que, le constaba, harían avanzar a su nación, no como su padre, tan pegado a su capilla y a su consejo que había acabado por no hacer nunca nada más que rezar y dejar que los miembros de la corte hiciesen el trabajo por él.
Supieron de la cercanía del enemigo demasiado tarde: mandaron un mensajero lo más rápido que pudieron, pero no sabían si llegarían las tropas, que ya estaban en camino a tiempo. Tendrían que luchar allí, pues la retirada no era una opción: un tenerino nunca se rinde a la hora de proteger a los suyos y no daba tiempo a evacuar las aldeas cercanas. El comandante no tuvo más remedio que ordenar los preparativos para el combate, y arengar a las tropas a luchar lo mejor que pudieran pues el precio de la derrota era muy alto: habían sabido que aquellos infelices que vivían en las aldeas por las que había pasado el enemigo habían muerto mutilados y torturados de formas atroces, para dejar constancia de que un dios del sufrimiento que fuese benévolo no los habría dejado morir de semejante forma, o dado que tanto lo amaban, que muriesen envueltos en su esencia. Contaban a su favor que una buena parte del ejército enemigo estaba desmoralizada por unas fiebres que habían sufrido, pero seguían superándoles por diez a uno. La batalla comenzaría al salir el sol.
“Un rojo amanecer para un día teñido del rojo de la sangre.”, pensó. Debía darse prisa, no dejaría que ese monstruo llegase a las aldeas que en su día había protegido, y menos guiando a sus chicos contra los compatriotas que habían jurado proteger, eso no se lo perdonaba a ese nigromante. Se enfrentaría a su furia. “Vaya si lo hará” dijo una voz.


En el batallón de reconocimiento, reina el ajetreo. Los soldados se afanan en colocarse en formación para intentar refrenar en la medida de lo posible el avance de un enemigo incansable al que sólo frenará su completa aniquilación. La muerte del nigromante también valdría, pero haría falta llegar hasta él, pasando a través de su horda. Los arqueros tampoco eran una opción, pues el hábil mago se había procurado defensas contra ellos. La única forma de acabar con él sería cuerpo a cuerpo, y si alguien consiguiese llegar hasta donde estaba, sus soldados carentes de voluntad se lanzarían como un enjambre sobre el infeliz. De todo esto eran conscientes en el campamento, y aún así no vacilarían al intentarlo. Treinta años atrás había ocurrido algo similar, pero la ocasión que estaban viviendo no era ni parecida a aquella: ¿cómo te enfrentas a un enemigo que no teme por su existencia, que no sucumbe al dolor de las heridas, ni sufre desgaste por sus esfuerzos, cuando tú si lo haces? Con valentía y honor, se decían. También con habilidad y voluntad, y habían crecido con gran cantidad de esas cuatro cosas, educados desde niños.
Dos soldados, ya en sus puestos en primera fila, pasan los que podrían ser sus últimos momentos de diferente manera. Uno dedica unas plegarias a los Benditos para que protejan a su familia por si él no pudiese estar ahí para hacerlo mientras el otro recita los versos de una de las canciones que se compusieron a raíz de los sucesos ocurridos décadas atrás. Cuando estaba llegando al final de la historia, el otro le interrumpió.
    ¡No va a venir ningún héroe a salvarnos! ¡La vida no es como las canciones!
    ¿Sí? Pues tampoco veo a los Supremos danzando por aquí dándonos armas mágicas precisamente...
    Menos mal que somos amigos, o te hacía tragar esa blasfemia. Por pensamientos como ése es por lo que ocurrió la batalla en que se encumbró a ese héroe que tanto idolatras.
    ¿Héroe? Su obra fue digna de un ser superior. Seguro que ahora se sienta entre las divinidades.
    Sí, bueno, tú cree lo que quieras. Supongo que es otra cuestión de fe como cualquier otra. Pero yo no lo creo así. Debes ser más racional.
    Racional, dice. Dejémoslo, ya no podemos bajar la guardia. Ya se les ve a lo lejos. Buena suerte. Sobrevive,
    Buena suerte, que sobrevivas tú también. Que el poderoso Kurf’n nos guíe.

El nigromante reía en un palanquín protegido mágicamente de cualquier proyectil que pudiera alcanzarlo transportado por cuatro zombies que había seleccionado para ello. Necesitaba ser llevado porque cuanto más se acercaban a la capital, más se resistía su control sobre los que habían sido soldados leales a Murenia, sobre todo el de los exploradores que no consiguieron escapar después de espiarle y que eran su más reciente adquisición: debido al hechizo en particular que había usado, podía decidir cuán fuerte era el lazo que le unía con los zombis, de modo que gastase más o menos energía y voluntad el controlarlos. Algunos no oponían casi resistencia, aquellos que habían sido más manipulables y pusilánimes en vida, pero otros luchaban con fiereza por recobrar el control de su difunto cuerpo. “Quién iba a pensar que llegaría el día en que los habitantes de esta tierra se arrepentirían de usar un método de enterramiento que dejase tan bien conservados los cadáveres”, pensó.
—Eh, tú, mi general. No tengáis piedad con los tenerinos. Cuando conquiste todo, puede que corte el lazo y os libere en una vida de no-muerte eterna, en la que podréis ser terratenientes y señores de otros por siempre. Por eso te elegí a ti, capitán de una compañía mercenaria que no tenía más interés en esta guerra que el oro que pagaban los enemigos de Teneria, porque sabía que serías alguien práctico. ¿Me equivocaba?
Un seco “No” salió de la garganta del interpelado.
—Qué soso eres. Ah, la magia, qué gran misterio, ¿no es así? Capaz de prodigios increíbles, como que los muertos vuelvan a andar, o hablar, que sería aún más impensable. Y no sólo gruñidos. Venga, cuéntame algo. Demuestra ese poder del que hablo.
— ¿Y qué queréis que os relate, señor? ¿Aventuras en lugares lejanos? ¿Mi vida? ¿La vida de otros? ¿Si me importa algo lo que podáis querer?
—Quizás te haya juzgado mal. Sin embargo, la oferta sigue en pie. Masacradlos y punto —dijo apartando la mirada con evidente fastidio al ver que le había salido la jugada al revés. Podría forzar su voluntad, pero no tenía tanto interés en el asunto como para invertir la energía necesaria.
Ya podía ver las filas enemigas cuando algo llamó su atención en un costado de lo que iba a ser el campo de batalla. La suya y la de su ejército de muertos. Y también la de los soldados en su campamento, esperando un letal embate por llegar.

Glairus Aper no era alguien famoso por rendirse. Con sus acciones años atrás había intentado comprar tiempo para el reinado de un príncipe quizás demasiado joven pero que prometía mucho, como el tiempo demostró. Con su sangrienta obra había conseguido ese tiempo, pero a un precio muy alto. “Y tanto.”, susurró una voz en su cabeza. Se habían compuesto canciones sobre aquél fatídico día, en que la rebelión tocó a su fin, al perderse la ventaja que tenía y desmoralizarse completamente la tropa. Y todo por un hombre. Él. Un hombre de leyenda. Alguien a quien las canciones cantan sin motivo, en su opinión, pues lo que él hizo no fue honorable. Los recuerdos le volvían tan vívidos como si la batalla hubiera sido el día anterior. Si lo pensaba, sabía muy bien por qué ese dolor volvía tan rápidamente. Vivía con él. Literalmente.
El choque de los ejércitos fue brutal. La sangre se derramaba por doquier mientras la tropa enemiga, mucho más numerosa asediaba por diversión, más que por necesidad, el pequeño campamento que los soldados enviados desde Murenia habían fortificado a toda prisa. Estos se defendían como podían, pero con éxito. No era de extrañar, pues se trataba de una tropa de élite del más alto rango. La proporción era muy superior, pero ellos aguantaban, hasta que los enemigos se retiraron del alcance de sus defensas, y prepararon un ataque mucho más concienzudo y suicida contra los muros, intentando derribarlos aunque fuese a cabezazos. Los infelices que no pertenecían a la tropa de Aper, aquellos con un entrenamiento diferente y menor, eran los que más fácilmente caían, aunque se defendían bien, y se llevaban a alguien consigo. Cuántos familiares llorarían todas aquellas muertes. No habrían de envidiar la cantidad de lágrimas derramadas al volumen de sangre que ese día absorbió el suelo.
Pues llegó un momento en que hubo que cambiar la formación al irrumpir el enemigo en el pequeño fuerte, rotas las empalizadas, y en que Aper se vio obligado a sacar toda su experiencia táctica: todos colocados juntando espalda contra espalda en un círculo defensivo, para evitar darse unos a otros y protegerse lo mejor posible. Si alguien tropezaba o se alejaba aunque fuese un poco, los demás instintivamente iban a  buscarlo y cubrirle. La hora de la gloria personal había acabado. Ya no había risas ni bravuconadas. La supervivencia estaba en juego. Todo lo que su comandante les había enseñado lo tenían interiorizado de forma que fuese natural, y todos, éste incluido, se movían como uno solo. Estaba muy orgulloso de sus alumnos y alumnas. Se le partía el corazón cada vez que uno caía, aunque se llevase a tres consigo. Era una pérdida demasiado grande. Cada vez que esto ocurría, todos reaccionaban, y entre lágrimas, empapados en la sangre de enemigos y aliados, asestaban las mortales estocadas que otorgaban el vano consuelo de la venganza a sus maltrechos sentimientos.
El momento más traumático ocurrió cuando ya casi no quedaban de sus chicos, y dos, los más problemáticos, fueron alcanzados: uno por una jabalina salida de no se sabía dónde y la otra por el hacha de un mercenario extranjero. Los dos que más problemas le habían dado, con quienes más rencillas había habido, aquellos con los que del roce había surgido el cariño y eran como los hijos que nunca tuvo. Anarl y Yuven, quienes le habían pedido que fuese su testigo en una boda que había de tener lugar sólo un mes después, desaparecidos para siempre en un abrir y cerrar de ojos, todo por la codicia de unos pocos. Un sonoro “NO” retumbó en el aire al verlos heridos Aper, y corrió hacia ellos. Estos, desembarazándose de sus enemigos, se giraron hacia él y le gritaron: “¡Huya, Comandante, sálvese, y viva para entrenar a más como nosotros!”. Este ya no sentía más: había perdido a su unidad, muertos o moribundos todos. No había mayor deshonor ni mayor fracaso. Ciego por la ira y la sed de venganza, arremetió contra los enemigos que tenía enfrente, quienes clavaron sus picas en él. Retorcido, sangrando por varias partes y forzado a mantener una determinada posición era el estado del último hombre en pie de su bando, aunque muy maltrecho y en sus horas finales. Sus últimos pensamientos iban dirigidos a la tropa y a todo el pueblo tenerino, que no había sabido defender, así como al dios que adoptó como suyo tras mudarse a aquél lugar: “Kurf’n, el Poderoso. El Sanguinario. Dador de vida. Señor del sufrimiento. Protege a aquellos que yo no he podido. Ojalá yo tuviera la fuerza y el poder para que esto hubiese acabado de otra manera. Defenderlos a todos. Pero era imposible, demasiados contra nosotros. Espero que el nuevo príncipe lleve a la dinastía Lebila a una nueva edad de oro en la historia, como intenté proteger. Dale la oportunidad. El cambio es bueno. Dame la fuerza para llevarme a alguno conmigo y hacérselo más fácil a Teneria. Mi hogar.”
Mientras intentaba enderezarse, volvió a caer. Se quitó como pudo del cuerpo los trozos de madera que le habían clavado, ante las risas de júbilo por la victoria de los pocos enemigos que quedaban. Habían sufrido un importante número de bajas contra un enemigo mucho menor, pero no les importaba. Habían sufrido deserciones, pero daba igual. La batalla era suya, y podían reírse del capitán enemigo, quien luchaba inútilmente por ponerse en pie. “Mis chicos, mis pobres chicos. Os traje a vuestra muerte. Ojalá pudiera vengaros y hacerles sufrir”. Un puntapié de un enemigo, ebrio de victoria, puso en una rodilla al Comandante, quien ya no tenía a quién comandar, ya en pie y que se esforzaba por mantenerse así, lo que provocó la carcajada general, riéndole la gracia al agresor.
“Deseo concedido.”


—Lo siguiente que vi fue cómo ese general o lo que fuese sacaba la fuerza para robarle a Trugh el hacha que colgaba de su cinturón y cortar su cuello, lo que hizo que se ahogara en su propia sangre. Nos quedamos todos helados. No era posible que tuviese las fuerzas para moverse tan rápido como para haber hecho eso, y aún así lo habíamos visto todos. Y Trugh fue el primero, pero no el último. Después Lanc, decapitado por el hacha de Trugh sin haber tenido tiempo de reaccionar. Myallnar intentó poner su lanza entre sí y el otro, sólo para acabar sin media lanza, la mano que la empuñaba, y un hacha hundida en su pecho. Al siguiente, que se arrojó sobre él espada en mano, lo esquivó y lo tiró al suelo para coger su arma y aplastarle el cuello con su bota. Era un castigo divino. Estoy seguro. Tenía que serlo. Nadie que hubiese estado tan dañado podría haber hecho eso. ¡POR LOS OCHO! ¡Habíamos ganado! Y de repente, aquél loco, aquél monstruo nos daba caza uno por uno, esquivando todo y a todos. Una lanza se convierte en un macabro adorno facial de uno de los nuestros. Una espada atravesando una cota de malla. Rodillas rotas y decapitación.  Una jabalina que atraviesa una coraza a la altura del pezón y sale por la axila. Tripas desparramadas por el suelo, en una cruenta orgía de dolor y muerte. Sangre por todas partes. Uno tras otro van cayendo a los pies de semejante monstruo. Si sus ropas habían sido de otro color no lo recuerdo: ahora eran negras con tonos rojos, empapadas. Lo peor era su cara: una visión terrible, como si mezclases la expresión de sufrimiento de los moribundos, las parturientas, los accidentados y las madres llorando por sus hijos, como las que estarían lamentándose por los que estuvimos en esa batalla, y el gusto de los masoquistas y los sádicos. Tuve que hacerme el muerto, o no estaría aquí para contarlo. Otros intentaron huir. Pocos lo consiguieron. Y no podías luchar con él. Cuando lo herían, simplemente soltaba un gruñido, no estaba claro si de dolor, placer, o ambas cosas, y seguía destruyéndonos, sin que nada lo parase. Ya ni sangraba. No había nada que hacer.
—Papá, se lo has contado a medio pueblo. Y yo tampoco te creo.
—Hijo, se perdió esa guerra porque toda la ventaja que teníamos y la esperanza se esfumaron con la idea de enfrentar a un monstruo así igualados en número y con muchos enfermos. No volvió a saberse de él, y espero que sea mejor así. Quién sabe lo que habrá pasado con él.
—Nada. Porque no ha ocurrido. Sólo son excusas de cobardes, como dicen todos, y por tu culpa nadie quiere tratar con nosotros y nos desprecian. Muchas gracias.
—No habrías podido nacer, entonces —respondió dolido, pero con infinito amor.
—Mejor habría sido.


Aper avanzaba con su vieja armadura a lomos de un caballo, cabalgando hacia la masa de no-muertos. Cuando ya estuvo lo suficientemente cerca, desmontó e hizo huir a su montura. A partir de ahí estaba solo. “Casi”, le recordó una voz. La misma con la que había convivido treinta años desde aquel momento de furia y rabia en que se convirtió en el avatar de una deidad. El avatar de Kurf’n, buscando cobrarse venganza sobre aquellos que masacraban a sus fieles. O al menos eso es lo que le había dicho. Gracias a su poder en ese momento se convirtió en una máquina refinada y perfectamente calibrada, sólo diseñada para la destrucción. De esa forma milagrosa acabó aniquilando al ejército enemigo, del que quedaron únicamente algunos desertores para los que estaba demasiado cansado para perseguir.  Desde entonces había vivido con la única compañía del dios, bajando de vez en cuando a algún pueblo por no perder del todo el contacto con los humanos, enterándose por boca de ellos, y no de forma sobrenatural. Había llegado a convertirse en su único amigo. Ahora, no permitiría que más soldados tenernos muriesen. Sería una batalla interminable, pero sería él el que pusiese fin a todo ese conflicto. Las consecuencias de su error serían subsanadas por él, y nadie más sufriría por ello.
Cuando le vieron, todos aquellos que habían muerto a sus manos se volvieron como locos, luchando contra el dominio del nigromante. Éste, contrariado a la vez que encantado con la situación se dirigió a su ejército:
—Así que al final el viejo no mentía, ese hombre os mató a todos... Qué desafortunado... En fin, si tanto queréis su cabeza, id a por ella. Os libero, Traedme al héroe legendario, veamos si puede hacer todo eso que cantan las canciones. Muerto, o muerto.
Llenos de algo similar a una mezcla de felicidad, ira y agradecimiento, si es que podían sentir algo, los zombis cargaron hacia donde se hallaba Aper, ansiosos, en caso de que el término sea aplicable, por vengarse del que les había quitado la vida tantos años atrás. Aquellos que en su día habían sido leales a él aún continuaban en formación, pues el nigromante no podía arriesgarse a que se volviesen contra él, pero luchaban con todas sus fuerzas por liberarse de su control, La reacción del Comandante no se hizo esperar.
— ¡Venid! ¡Venid, malditos! ¡Redimiré el fracaso de mi pasado y volveré entre los míos! ¡Ya os maté una vez, no veo por qué no habría de hacerlo otra! ¡Veamos si aquellos que ya no sienten pueden volver a probar el dolor! ¡Encontraré la manera!
“Me gusta cómo piensas, ¡ése es el espíritu! De esta batalla y de nosotros se hablará durante siglos... Ah, la adoración... Una pena que no vayas a ver más, al menos no por el momento: te hablo a ti, curioso mirón, aprovechando esta entrada a mi mundo. Tendrás que esperar a que me apetezca revelarte más a través de este canal. Y no lo hace. Sin embargo, en mi benevolencia, te dejo una impresión de algo ocurrido, para tu disfrute. Nos vemos..."
Un joven y ambicioso mago resentido con el mundo entra en una sección de la biblioteca de su colegio de magos buscando conocimientos prohibidos para todo aquel que no tenga la suficiente valía moral y respeto por la vida, aquellos generalmente más interesados en el tipo de artes de las que se les intenta privar. Cuando por fin supera las barreras mágicas que protegen el lugar y aquello que busca, suelta un suspiro de alivio. Por fin conseguía lo que buscaba. Ahora sólo queda conseguir el poder necesario para realizar sus planes. ¿Pero cómo podría...
—Creo que yo tengo lo que buscas... —dijo un encapuchado oculto entre las sombras al que no había detectado hasta el momento, como si acabase de llegar, aunque el joven estaba seguro de que se habría dado cuenta—. ¿Conoces las canciones sobre Glairus Aper y la Batalla Imposible? Yo estuve involucrado. Ven conmigo y hablemos sobre ese poder que tanto buscas, no es la primera vez que concedo algo similar...

El joven mago siguió al desconocido, que esbozaba una perversa mueca, como un niño travieso que trama un retorcido plan, a un fáustico pacto que habría de hacer rememorar a una región lejos de allí un gran... sufrimiento. 

Proyecto Neminis Terra: Reivindicando Blogger

jueves, 28 de agosto de 2014

...pronto...

"¡Qué envidia!" Se dice, mientras clava sus ojos en las pantallas de su ordenador y teléfono que le ofrecen todo tipo de entretenimiento en el que posar su mirada, ávida de estímulos, alternando con teclear ferozmente avanzada la noche. "Todos publicando en sus blogs mientras yo no hago nada, Será posible...", se recrimina. "Pero pronto, pronto va a cambiar eso. Pronto llegará una entrada, una que haga florecer este reducto de pereza hecha materia, sloth itself, dirían los anglo-parlantes." Y así, con una sonrisa, apaga esas luces que antes lo iluminaban, y algo similar a un eco remanente susurra "...Neminis Terra...".
Y luego repite: "...pronto..."

Pequeño texto como publicidad de un proyecto literario que promete mucho, sobre todo por los demás participantes, que uno es un novato y tiene abandonadas las cosas, pero hay otra gente que no, y de calidad HD FULL A TOPE DE POWER y superior. Para más información, sólo hay que buscar en Twitter o en Facebook el nombre del proyecto, que está escondido a simple vista en la entrada. ¡A ver si lo encontráis!

viernes, 30 de mayo de 2014

La aventura del torneo de UltraStar

Todos alguna vez hemos visto o participado en un karaoke/juego de cantar: si no lo tenías tú, lo tenía un amigo, un vecino o alguno de tus primos, o habías ido a un local un día y allí estaba. Mi experiencia en los asuntos del micrófono se limitaban a: un SingStar que teníamos para la PS2 y que compraron mis padres para amenizar algunas cenas con amigos en casa, así como los Guitar Hero IV, V, y Metallica a los que yo en la Wii me dedicaba durante una época casi fin de semana tras otro, más a la guitarra, pero también a la voz, que para eso tenía el pack completo; hacer las segundas voces en el grupo al que había entrado en el verano de 2010; cantar en la ducha (si contamos la alcachofa como micrófono) y a algunas jam session en el Clavicembalo, en Lugo, mi ciudad natal, que la escuela de música a la que voy a mejorar tocando la guitarra celebra. 
Con este amplísimo curriculum a mis espaldas, cuando fui a la LAN party Technium en Ourense esta pasada Semana Santa, decidí apuntarme al torneo de UltraStar, más que nada porque algunas de las personas con las que iba se apuntaban, y por hacer un poco de bulto, y sin esperar ganar ni nada, me apunté por pasar un buen rato. Quién me iba a decir que iba a salir de allí, atención spoiler, vencedor y con unos cascos que me trajeron después a Santiago porque no podía quedarme a recogerlos por motivo de coger el tren de vuelta. Esta batallita, dices tú de mili, ya se la he contado a aquellos más cercanos a mí, pero no a todos, y dado que se me hace un poco largo, y a veces, al mismo tiempo, difícil de recordar los temas que tuve que interpretar a la hora de narrar, voy a dejar constancia aquí de ello, y así la memoria puede descansar. No es por fardar. 
Qué va.

El caso es que fue una odisea, pues al haberme inscrito a tantas cosas, en un plazo de tiempo limitado, tenía que andar de acá para allá para participar en todo. En lo que más lejos llegamos fue en el torneo de Counter Strike: Global Offensive, pero también tenía que jugar en los torneos de League of Legends, Super Smash Bros. Melee (sí, el de la Game Cube, lo que más me había llamado la atención de la oferta de la party) y el de UltraStar. Así, se me juntaron el sábado partidas de todas estas cosas, principalmente estos tres últimos, alternándose entre ellos: del Lol al Ultra, del Ultra al Melee, y otra vez al Lol, y venga a seguir cantando... cuánto estrés. Los problemas del primer mundo, como me gusta decir. En el que nos ocupa, se hacían duelos al mejor de tres en que había que escoger canciones que, como mínimo, a los dos les sonasen y pudiesen seguirlas, para que fuese más justo. De llegar a tener que desempatar, se haría la selección de forma aleatoria. El primer duelo fue fácil, pero los siguientes fueron una sucesión de batallas en las que uno se ponía por delante del otro por un pequeño margen de puntos, y al finalizar la siguiente frase era el que iba en segunda posición el que se ponía en cabeza, lo cual añadía una tensión creciente al asunto. Las semifinales y la final fueron ya de proporciones épicas, realizándose al mejor de cinco por haberse dado justo en la semifinal anterior a la mía un empate, lo cual trastocó el sistema, y hubo de continuarse eligiendo más canciones. Unos rivales con un gran nivel hicieron de lo que era una alegre excursión de campo, en teoría, en una atroz contienda, encarnizada como jamás vi, por ver quién era aquél que se alzaría con el primer puesto. 

Y ya sin más dilación, he aquí los temas, con enlace a YouTube para que se puedan disfrutar en caso de no conocerlos, o de querer revivirlos. Aquellos con + son los escogidos por mí al ir pasando las canciones, el quinto surgió aleatoriamente tras pasar varios temas hasta que se estuviese de acuerdo, y los subrayados los que gané, algunos a pesar de dificultades técnicas.

Disclaimer: Como con las marcas antes citadas, yo no poseo los derechos de nada de esto, así que les pertenecen a sus legítimos dueños.

1ª ronda: 
-Esto es Halloween-Pesadilla antes de Navidad OST: https://www.youtube.com/watch?v=lawXWyguFiE

2ª ronda: 
-Olvídame y pega la vuelta-Pimpinela: https://www.youtube.com/watch?v=fOHrY0jV6Hg

Semifinal:
+Opening español de España-Dragon Ball Z OST: https://www.youtube.com/watch?v=4r3iRRrqpyg
+Everybody-Backstreet Boys: https://www.youtube.com/watch?v=6M6samPEMpM
-Amante bandido-Miguel Bosé: https://www.youtube.com/watch?v=HwQM8XM5GKQ
-En qué estrella estará-Nena Daconte: https://www.youtube.com/watch?v=qZ1H-e8Z-LY

Final:
+Any way you want it-Journey: https://www.youtube.com/watch?v=atxUuldUcfI
-Baby one more time-Britney Spears: https://www.youtube.com/watch?v=C-u5WLJ9Yk4
-A falta de The final countdown-Europe fue: 
Aquí no hay playa-The Refrescos:  https://www.youtube.com/watch?v=5hWCZK0Hf0A

Una selección bastante peculiar, ¿verdad?

viernes, 2 de mayo de 2014

El ejercicio.

Nota explicativa:
Hace unas semanas, en una clase del taller de expresión oral que imparte una persona cercana a mí, a quien admiro mucho, y que tomó mi relevo al frente de un proyecto que inicié el año anterior, se nos pidió que escribiésemos un texto que fuese capaz de provocar o dar a sentir algún sentimiento (mucho mejor si fuesen varios), pudiendo inspirarnos, de quererlo, en música a nuestro antojo. Quería haberlo subido al blog con motivo de darle un poco de continuidad y conseguir de esa forma retomarlo, darle un poco de vida, que está muy abandonado, pero lo fui dejando -si se me divinizase, seguramente fuese como el dios de la procrastinación, los gatitos y las gominolas-. Hoy, lo he encontrado en un papel fuera de mi carpeta, dentro de la bolsa, al sacar las cosas de trabajar, y me he decidido a subirlo, antes de que me entretenga con algo más y siga postergándolo. Si os produce alguna clase de reacción, sed tan amables, queridos lectores invisibles, de notificármelo en un comentario para que pueda hacerme una idea a la hora de continuar con ello y qué dirección tomar en ese caso. Espero que sea de vuestro agrado/desagrado.
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¿Quién crees que eres tú para desafiarme? A mí, que lo gobierno todo, y a todos someto. Una vez. Dos. Veinte. Cien. En ilimitadas ocasiones. No importa. Uno podría liberarse de mi yugo. Tal vez cien. Quizás mil. Sigue sin importar. No son más que una mota de polvo en el desierto de la Eternidad. ¿Quieres vencerme? Pfff. Sigue intentando. Jamás podrás librarte de mí. ¿Crees que dominas sobre algo? Iluso. No eres más que mi marioneta. Un triste títere que no ve las cuerdas. Un muñeco de trapo incapaz de sentir su mano motora. Vivo contigo. Vivo en ti. ¡Soy tú! ¿Y quién piensas que está detrás de esa falsa idea de libertad que crees predicar? Pfff. No eres más que un bufón. Sigue intentando. Quieres impresionar a los demás, es loable. Pero no se impresionan: eres uno más. Quieres provocar en ellos ciertas sensaciones; que te sigan, que te acepten, que te reconozcan; que te quieran. Sigue engañándote. Yo soy todo y tú nada. Ven a mis brazos, no necesitas a nadie más. Sabes que lo que digo es verdad. Sabes quién soy. Soy tu odio. Tu ira. Tu frustración. Todo lo que eres. Lo que sientes ahora mismo. Soy esa misma sensación de rebeldía ante lo que oyes. Soy tu oscuridad. Abrázame. Hazte fuerte conmigo.

Destruyamos el mundo.